“Y aunque estuviera usted en una cárcel cuyas paredes no dejaran llegar a sus sentidos ninguno de los rumores del mundo, ¿no seguiría teniendo siempre su infancia, esa riqueza preciosa, regia, el tesoro de los recuerdos? Vuelva ahí su atención.”
(Rainer Maria Rilke, “Cartas a un joven poeta”)
"Cuarto de juegos", acrílico sobre tela, 40cm x 60cm, año 1992.
"Tardes de infancia", acrílico y collage, 56cm x 71cm, año 1998.
En estos cuartos infantiles inspirados en distintas épocas, abundan los juguetes clásicos, atemporales: osos de peluche, muñecas de trapo, soldaditos de plomo, el pizarrón con tizas, el tren en miniatura, el caballito columpio, el juego de porcelana para tomar el té, las figuritas con brillantina… Adoro los juguetes que no son moda, con los que jugaba mi madre, con los que yo he jugado, también jugó mi hijo y jugarán mis futuros nietos.
- LA ESCUELA -
Revolviendo una antigua caja de cartón, repleta de fotografías familiares, encontré unas cuantas del típico retrato escolar de fin de curso. Descubrí (en sepia original) las del colegio de mi madre y mis tíos, otras con grupos de niños totalmente desconocidos para mí (quién sabe cómo estarían ligados a la familia) y por supuesto, hallé muchos retratos de mis primeros años escolares y los de mi hermana (un año menor). Tentada ante ese valioso material, pensé en pintar un cuadro: tenía para elegir infinidad de rostros, diversos modelos de delantales blancos o uniformes, distintos patios, algunas plantas, mástiles e imágenes religiosas. Hice mi trabajo de “alquimista” y armé un nuevo grupo, inexistente en la vida pero sí en mi imaginación. Cada niña se convirtió para mí en un ser muy especial: la romántica, la estudiosa, la golosa, la mejor amiga, la simpática, la responsable, la futura intelectual…
"Primer grado con las monjas", acrílico sobre tela, 60cm x 70cm, año 1996.
“Pinta tu aldea y serás universal”.
Hay tantas personas que se identificaron con el patio de baldosas decoradas, la bandera en alto, la virgen en alguna esquina, la maestra bondadosa y regordeta que siempre perdonaba todas las travesuras…o algunas monjas misteriosas que posaban para la foto y luego se esfumaban como fantasmas…que este patio de colegio le pertenece a quienquiera recuerde como un tesoro, aquellos años con sabor a goma de mascar y galletitas dulces para el recreo.